El testamento de Peatón
Texto por: Erick Vázquez
Ilustraciones por: Daniel Caleb Gómez Saldívar
«El Testamento según Peatón», se exhibió del 24 de noviembre al 15 de diciembre del 2017 en Sala Mirador, Monterrey, Nuevo León .
Peatón es un personaje ilustrando la aventura de caminar una ciudad fundamentalmente hostil que obliga a la imaginación a reaccionar como defensa. En este imaginario se reconstruye una épica de lo diario con los personajes inagotables de una desolada comedia sin final: transitar sin parar un mundo de infinitivas avenidas sin banquetas, infranqueables pasos a desnivel, anónimos automóviles sin fin, estacionamientos extensivos hasta donde alcanza la vista. Este escenario es ahora la ocasión para el drama primordial en la cultura occidental: Las Sagradas Escrituras.
En estos dulces sarcasmos hay mucho de verdad, porque en esta ciudad cuando llueve no hay manera de cruzar la avenida más que con ayuda divina para partir el océano en dos; nuestra mitología de lo sublime y lo magnifico es maquinal y literalmente sobrehumana como el sueño de una avenida que se transfigura en un estacionamiento elevándose en Babel, aspirando a la eternidad; nada más parecido a la lucha contra lo inevitable que tratar de parar un tráiler de 18 ruedas con una honda y una piedra y por supuesto, si estas imágenes son además de semillas críticas comentarios adecuados a nuestra experiencia de ciudad es porque Caleb tiene una exacta comprensión de las Sagradas Escrituras: cualquier cristiano estricto estaría de acuerdo en que la Segunda Venida tendría perfecta congruencia sucediendo en una parada de camión, entre una miscelánea ciudadana de transeúntes habituales, migrantes y perros callejeros.
En algún punto indiferente de la ciudad el Diablo llamó al Peatón para tentarlo, diciéndole: Todos estos estacionamientos, con sus casetas y sus calles adyacentes, pueden ser tuyos, si sólo aceptas darme el enganche para un coche. Todos sabemos cómo resultó esa escena y no pudo haber sido de otra manera. El Peatón rechaza el compromiso porque de aceptarlo él hubiera pertenecido desde entonces a los estacionamientos y no a la inversa, porque de no existir esta oposición milenaria entre el poder masivo y el gesto insignificante no habría sentido del humor ni heroísmo anónimo, las transitorias imágenes en las que sobrevive mesiánica la individualidad.