Camino a la perdición
21 de mayo 2020
Año 2002. Ese día decidimos ir al cine, teníamos que tomar el camión, había visto que una función para «Camino a la perdición (Road to perdition)» comenzaba dentro de media hora en un cine relativamente cerca de la casa, tenía una ligera noción de cómo llegar porque me habían llevado en auto en alguna ocasión y sabía que el maldito 216 que pasaba a unas cuadras de la casa te dejaba justo enfrente del cine. Josué y yo nos lanzamos sin saber que sería un camino de perdición, mi estrategia era que veríamos el cine y ahí nos bajaríamos, no contaba con que había una desviación y nunca pasamos frente al cine porque en ese entonces estaban haciendo unas adecuaciones en la avenida lateral al cine, así que el camión tomó otra ruta, yo estaba convencido que iba a ver el cine, el viaje de 15 a 20 minutos que había calculado comenzó a extenderse hasta que sospeché que nunca íbamos a pasar por ahí, ya seguro que estábamos perdidos le comenté a Josué y en cuanto creí reconocer una avenida nos bajamos, nos encontrábamos en territorio nicolaíta.
No teníamos idea dónde habíamos caído, yo tenía poco de haber regresado a vivir a Monterrey después de 9 años y cacho de vivir en Zacatecas y Josué tenía poco de vivir por primera vez aquí; el primer segundo plan era cambiarnos de acera y esperar el camión de regreso y tal vez alcanzar a llegar a la siguiente función, pero como bien saben los usuarios de la antes llamada ruta 216, esta se tarda más de cuarenta minutos en pasar y a veces no se detiene a subir personas; nos desesperamos y comenzamos a caminar de regreso, para el plan b, tomar un camión que nos llevara al centro y una vez ahí, ya ubicados, tomar derrotados un camión a casa.
Nos subimos a un camión que creí alguna vez ver en el centro y toda parecía ir bien hasta que dejamos la avenida principal y nos fuimos adentrando a calles más pequeñas, una vez más me había equivocado, Josué seguía esperanzado que era el camión correcto, ya era tarde, estaba pardeando y unas nubes negras amenazantes iban cubriendo el cielo, alcancé a ver un letrero que decía Topo Chico, le dije a Josué que nos bajáramos en chinga, acababa de confirmar que estábamos yendo en la dirección equivocada y tenía entendido que no era un barrio muy seguro.
Nos bajamos, y mientras oscurecía tomamos otro camión, ¿creen que no intentamos preguntar antes qué camión nos llevaba al centro? Al bajar del 216 lo intentamos pero no había nadie en la calle, y la verdad no confío mucho en los choferes, había tenido experiencias previas donde sólo dicen que van a donde quieres ir para subir pasaje y van en otra dirección.
Una vez más a la deriva, tomamos nuestro tercer camión del día, esperando que este sí nos llevara a nuestro destino; le atinamos, el camión iba al centro, comenzó a llover a cántaros y veíamos poco por la ventana, nos bajamos por casualidad frente a los cinemas Cuahutémoc, algo mojados no lo pensamos mucho y decidimos entrar para refugiarnos de la lluvia, ver cualquier película con tal de quitarnos el mal sabor de boca de nuestra perdición, pero el destino tuve misericordia de nosotros y justo estaba por comenzar «Camino a la perdición». Creo que esa fue la ocasión que antes de comenzar la función hice el chiste del ganso, que no les voy a explicar.
Esta fue la historia de cómo un par de jóvenes perdidos encontramos el camino, si tienen ganas de ver una película de mafiosos o de la relación entre un hijo y su padre, no se pierdan el «Camino a la perdición» badum tssss.
Daniel Caleb